El enigma del azul: ¿Por qué es tan raro ver flores azules?

Cuando paseamos por un jardín o por el campo, nuestros ojos se deleitan con una explosión de colores: rojos intensos, amarillos brillantes, blancos puros, violetas profundos. Pero hay un color que parece esquivo, casi misterioso: el azul. ¿Por qué es tan raro encontrar flores azules en la naturaleza? ¿Es realmente tan poco común como creemos? Y si lo es, ¿por qué?

Estas preguntas han intrigado a botánicos, ecólogos y amantes de la naturaleza durante siglos. Recientemente, un grupo de investigadores ha abordado este enigma desde una perspectiva novedosa, combinando ecología, evolución y neurobiología de la percepción. El resultado es un fascinante estudio científico publicado en Frontiers in Plant Science titulado "Fragmentary Blue: Resolving the Rarity Paradox in Flower Colors". En este artículo, te cuento qué descubrieron y por qué el azul floral es mucho más que una rareza estética.

¿Raro para quién?

Lo primero que debemos preguntarnos es: ¿el azul es realmente raro en las flores? La respuesta depende de quién lo mire.

Para los humanos, sí. Menos del 10% de las especies florales presentan pigmentación azulada. Pero los humanos no somos los principales destinatarios de los colores florales. Las flores evolucionaron para atraer a sus polinizadores: abejas, mariposas, aves, murciélagos… Y muchos de ellos ven el mundo de forma muy distinta a nosotros.

Las abejas, por ejemplo, tienen visión tricromática como nosotros, pero sus receptores están sintonizados a longitudes de onda distintas: ultravioleta, azul y verde. No perciben el rojo, pero sí el azul con gran sensibilidad. Desde su punto de vista, muchas flores que nos parecen blancas o rosadas tienen patrones azules o ultravioleta que las guían hacia el néctar.

Así que, desde la perspectiva de una abeja, el azul no es tan raro. De hecho, puede ser bastante común.

Flores azules
Ejemplo de algunas flores percibidas como azules por un observador humano: (a) Lobelia rhombifolia, (b) Meconopsis horridula, (c) Cyanicula caerulea, (d) Hackelia uncinata, (e) Wahlenbergia gloriosa, (f) Gentiana bavarica, (g) Dampiera estricto y (Gentiana) Gentiana: (Crédito de la imagen) Anke Jentsch, Mani Shrestha).

El coste de ser azul

Entonces, ¿por qué no hay más flores azules visibles para los humanos? Aquí entra en juego la bioquímica vegetal.

Los pigmentos responsables del color azul en las flores suelen ser antocianinas modificadas, que requieren condiciones específicas de pH celular, la presencia de ciertos iones metálicos y una arquitectura molecular compleja. En otras palabras, producir azul es difícil y costoso para la planta.

Este coste puede ser prohibitivo en ambientes pobres en nutrientes o con condiciones adversas. En cambio, en ecosistemas ricos como praderas alpinas, suelos volcánicos o zonas húmedas, algunas especies pueden permitirse el lujo de invertir en pigmentos azules para destacar entre la competencia.

El azul también puede ofrecer ventajas evolutivas en ciertos contextos. En zonas donde hay muchas flores compitiendo por la atención de los polinizadores, el azul puede ser una señal distintiva que aumente las probabilidades de ser visitada.

El sesgo humano

Otro factor que ha influido en la percepción del azul como “raro” es nuestra propia historia cultural y científica.

Durante siglos, el azul fue un color difícil de obtener en tintes y pinturas. En muchas culturas, se asoció con lo divino, lo inalcanzable, lo misterioso. Esta fascinación ha influido en cómo estudiamos la naturaleza. Desde Goethe hasta Linneo, los botánicos han clasificado y descrito las flores según criterios humanos, sin tener en cuenta cómo las ven los animales.

El estudio propone que para entender realmente la evolución del color floral, debemos adoptar modelos perceptuales basados en los polinizadores. Solo así podremos resolver el “paradigma de la rareza” del azul.

Azul en el paisaje

Curiosamente, hay regiones donde las flores azules son más frecuentes. En altitudes elevadas, por ejemplo, donde la radiación ultravioleta es más intensa y los suelos son ricos en minerales, encontramos especies como Gentiana, Delphinium o Meconopsis que exhiben tonos azulados espectaculares.

En Catalunya (España), algunas especies silvestres como Campanula o Echium vulgare muestran tonalidades azuladas, especialmente en zonas montañosas o costeras con suelos calcáreos. Aunque no son dominantes, su presencia sugiere que el azul puede surgir cuando las condiciones ecológicas lo permiten.

Gráficos que representan los porcentajes de la frecuencia de los colores en las flores según la visión humana
(A) Frecuencia global del color de las flores según la percepción visual humana (n = 10 437 especies; fuente de datos: Kattge et al., 2020, https://www.try-db.org/TryWeb/). (B) Frecuencia del color de las flores en especies de polinización animal (n = 275), donde menos del 10 % son azules. (C) Especies de polinización no animal (n = 33), donde no se encuentra el color azul. Todas las angiospermas polinizadas por el viento son polinizadas secundariamente por el viento, por lo que el color de estas flores podría ser relicto de un período previo de polinización animal. (B, C) se limitan a datos europeos. Código R disponible en el Apéndice Suplementario 1. (ver referencias al final)

Implicaciones para la conservación y el diseño

Este nuevo enfoque tiene implicaciones prácticas. Si queremos conservar la biodiversidad floral y apoyar a los polinizadores, debemos entender cómo perciben el color y qué señales les resultan atractivas. Plantar flores azules puede ser una estrategia útil en jardines urbanos o corredores ecológicos para atraer abejas y otros insectos beneficiosos.

Además, los criadores de plantas ornamentales han comenzado a utilizar esta información para desarrollar variedades más atractivas para los polinizadores, no solo para los humanos. El azul, aunque difícil de sintetizar, sigue siendo un objetivo deseado en horticultura.

Un fragmento de azul

El estudio Fragmentary Blue: Resolving the Rarity Paradox in Flower Colors nos invita a cambiar de perspectiva. El azul floral no es una rareza absoluta, sino una señal adaptativa que depende del entorno, del coste bioquímico y, sobre todo, de quién lo percibe.

Para nosotros, los humanos, el azul sigue siendo un color especial, evocador, casi mágico. Pero para una abeja, puede ser simplemente una flecha brillante que apunta al néctar. Y en ese cruce de miradas entre especies, el azul revela su verdadero papel: no como adorno, sino como herramienta evolutiva.

Así que la próxima vez que veas una flor azul, detente un momento. Estás presenciando una obra maestra de la bioquímica, la ecología y la percepción. Un fragmento de azul en un mundo lleno de señales invisibles.

Flor azul en primer plano

Referencias

Dyer AG, Jentsch A, Burd M, Garcia JE, Giejsztowt J, Camargo MGG, Tjørve E, Tjørve KMC, White P and Shrestha M (2021) Fragmentary Blue: Resolving the Rarity Paradox in Flower Colors. Front. Plant Sci. 11:618203. doi: 10.3389/fpls.2020.618203

Las imágenes del artículo forman parte del estudio "Fragmentary Blue: Resolving the Rarity Paradox in Flower Colors."

Imagen destacada: Uploaded a work by Evgeni Tcherkasski from https://pixabay.com/photos/blue-flower-dew-dewdrops-2197679/ (Creative Commons CC0 1.0 Universal Public Domain Dedication)