¿Tiene sentido el color que tienen las cosas?

¿Son de ese color por algún motivo? Pensemos en una roca. Según los minerales que la componen emite, retiene o refleja unas radiaciones, unas determinadas longitudes de onda. ¿Qué parte de este fenómeno nos importa a los humanos? Nos importa qué longitudes de onda de la franja visible nos llegan de la roca. A partir de aquí nuestro cerebro determina la apariencia. El color tiene, pues, algo que ver con lo que aquella roca es. Pero no deja de ser una información parcial sobre esta roca.

© Tim Sackton (2009). Creative Commons Compartir Igual 2.0.
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El color de las flores

Pensemos ahora en un vegetal. Concretamente en una flor. Este es un ejemplo interesante porque los colores de las flores, por decirlo de alguna manera, tienen más sentido que los colores de una piedra. Comparten con ésta la relación con la propiedad de las sustancias-pigmentos-para retener o reflejar la radiación. Pero además, los colores y su disposición en los pétalos se han configurado por un "motivo", en un proceso evolutivo conjunto con los agentes animales que las polinizan.
Los colores de las flores tienen una razón de ser ajena a los ojos humanos. Es en el período cretáceo, hace 100 millones de años, que comienza esta aventura en la que algunas plantas producen un néctar que alimenta los insectos y éstos, pasando de planta en planta, contribuyen a la polinización, que hasta entonces estaba en merced del viento. Esta evolución conjunta ejercerá una presión selectiva sobre las plantas que son capaces de atraer mejor los insectos y dará lugar a las flores y sus colores adecuados al sistema visual de los insectos que las polinizan.

Flores: el color como reclamo
© Derek Fleener (2010), Eric Kilby (2008), Turtlemom4bacon (2007),
Nic McPhee (Unhindered by Talent) (2006).
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Los colores que nosotros vemos en las flores son, pues, accidentales. Es la parte de luz visible que emite un espectáculo que no está destinado a nuestros ojos y que a menudo incluye longitudes de onda en la franja de los ultravioleta que los insectos pueden percibir y que nosotros no podemos ni imaginar.

Y, por otro lado, las flores son quizás uno de los referentes más importantes de un sentido estético y emocional en nuestro disfrute del color. Por eso nos hemos convertido en cultivadores seleccionadores de flores, y hemos ejercido una presión selectiva humana sobre su aspecto y su color-en la franja de luz visible-de acuerdo con criterios culturales del gusto. Finalmente, pues, hemos dado un sentido propiamente humano al color de las flores mediante nuestra intervención sobre las mismas.

Abejas y humanos, tricromáticos pero no coincidentes

Las abejas tienen una visión tricromática, como los humanos, pero su franja de luz visible en el espectro electromagnético no coincide con la nuestra. Su luz visible está desplazada respecto a la de los humanos. No pueden ver lo que para nosotros es luz roja y, en cambio, pueden ver como luz lo que para nosotros son radiaciones ultravioleta invisibles. Comparten con nosotros la visión de la luz azul y verde. Tienen tres receptores, que son sensibles a la luz ultravioleta, azul y verde, respectivamente.

Muchas flores que son polinizadas por las abejas tienen pigmentos que reflejan las radiaciones ultravioleta que estas pueden ver. ¿Quién ha ejercido presión selectiva sobre el otro? Las abejas sobre las flores o las flores sobre las abejas?

Franja de las radiaciones electromagnéticas visibles por los humanos comparada con la franja visible por las abejas
© UOC (2010). Creative Commons Reconocimiento Compartir Igual 3.0-es


Si pudiéramos retroceder al período cámbrico (hace 500 millones de años) encontraríamos que los artrópodos antecesores de los insectos y los crustáceos ya tenían receptores para las radiaciones ultravioleta y que estos receptores se mantuvieron para la mayoría de sus descendientes en el árbol evolutivo hasta las abejas. Así, cuando en el período cretáceo (hace 100 millones de años) las plantas que se conocen como angiospermas comenzaron a producir flores, ya hacía 400 millones de años que los antepasados ​​de los insectos que las polinizan veían los ultravioleta. Es, pues, la visión de las abejas la que ha ejercido presión selectiva sobre las plantas para que produzcan pigmentos reflectores de la radiación ultravioleta.

Este tipo de conocimiento sobre los mecanismos sensoriales presentes en el reino animal es importante para entender cada especie en concreto pero también los mecanismos evolutivos que llevan a la aparición, mantenimiento o desaparición de determinadas "soluciones". Esta es una de las tareas a la que se dedican los fisiólogos evolutivos.


Referencias