El cuerpo humano está integrado por una diversidad de órganos y tejidos que desempeñan innumerables funciones distintas. Para que todos ellos trabajen de forma armónica se requiere de un sistema de comunicación muy sofisticado.
La información se transmite al cuerpo de dos formas: química y eléctricamente. Las señales visuales, por ejemplo, se transforman en impulsos nerviosos eléctricos que llegan al interior del cerebro, por el nervio óptico. Las señales eléctricas procedentes del cerebro, a su vez, controlan los músculos (voluntarios, como los del esqueleto, e involuntarios, como el corazón, pulmones, sistema digestivo, etc.).
Por otra parte, se hallan las señales químicas, transportadas por los mensajeros químicos llamados neurotransmisores, que se ocupan de llevar las señales a través del espacio comprendido entra la neuronas, la sinapsis.
Se cree que los neurotransmisores juegan un papel decisivo en la práctica totalidad de las funciones internas de cerebro: sueño, atención, dolor, placer, emociones, memoria, impulsos, estado de ánimo, etc. En cierto sentido, contribuyen a asignar un significado a la información bruta generada por nuestros pensamientos y nuestros sentidos.
Las hormonas están estrechamente relacionadas con los neurotransmisores. Producidas por el sistema endocrino, ayudan a regular el funcionamiento de todo el organismo.
La pineal tiene parte endocrina y parte nerviosa. Biológicamente, se compone de neuronas, que están en estrecha relación con las neuronas situadas en la retina del ojo. Fisiológicamente, la pineal se la considera endocrina, puesto que vierte sus sustancias directamente al torrente sanguíneo.